Hay dos pecados muy comunes en los empresarios. El primero es meterse mucho en la operación y convertirse en un capataz de sus empleados o un gerente acertado. El segundo pecado es pasarse la vida en su oficina. Entre estos dos extremos, hay un punto de equilibrio que catapulta el trabajo del empresario y lo lanza a mayor eficiencia, que redunda en mayores ganancias: equilibrar su presencia en los espacios de trabajo y las tareas de escritorio. ¿Seguro?