Comentaba mi amiga que no era fácil a la vez ser mamá y directora de la empresa, dado que el hijo era el responsable de las ventas: su negocio editorial solo vivió año y medio. Mi compadre abrió el restaurante de comida italiana y duró dos años: ‘Encontrar un gerente que lo cuide es como tocarte la lotería’. Mi primo abrió la fábrica de muebles de baño y echaba toda la culpa al gobierno del cierre: ‘Me prometieron miles de compras y luego se rajaron’. La constructora de mi vecino quebró porque la devaluación le agarró con muchos créditos pendientes de pago.